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Los Clérigos menores

              ospechoso que alguna relación debía tener el Caballero con el reino de Nápoles, quizá la persona de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa, embajador ante el Papa y protector de Lope de Vega; el caso es que tuvo referencias de la fundación de Clérigos Menores y, al parecer, les llamó a España, la fundación, que data de 1588, había sido cosa de Juan Augusto Adorno, al que se unió muy pronto Fabriccio Caracciolo y, casi por un error, su sobrino Francisco Caracciolo; y apenas había salido de Nápoles ni era conocida por nadie, de hecho ni por el Caballero de Gracia, como tendremos ocasión de ver.





Los Clérigos Menores era una institución que cuidaba con esmero los actos de culto al Santísimo Sacramento y cuyo espíritu está muy próximo, efectivamente, al Oratorio del Divino Amor o de San Felipe Neri, a los Barnabitas, a los Teatinos...; familias con quienes les confunden, incluso la Santa Sede.

San Francisco Caracciolo en 1593, como general de los Clérigos Menores, se traslado a Madrid para hablar con el Caballero que había ofrecido su propia casa e iglesia, situadas en la calle de la Florida, actualmente Caballero de Gracia, que era entonces un paraje con los jardines y la soledad suficiente para llevar una vida recogida. No se olvide que alrededor de esa calle -Florida- está la calle del Clavel y la calle de los Jardines que todavía conservan esos nombres. La casa no era muy grande pero suficiente para albergar una pequeña comunidad de personas.





En Madrid no cabían -ya se ha dicho- nuevas fundaciones. No es el contar las diversas idas y venidas que por esta causa, a lo largo de cuatro años y medio, tuvieron que hacer San Francisco Caracciolo, el Nuncio, el arzobispo de Toledo y sobre todo el Caballero de Gracia; negativas del rey, intervenciones del Duque de Sessa, reuniones del Consejo.. para al final conocer la aprobación y que, semanas más tarde, los Clérigos Menores se marchen a otro lugar en la noche del 17 de enero de 1597, dejando plantado a Jacobo, que cuenta con ochenta años, su casa y la iglesia desvalijadas.

Se ha hablado del mal genio y de la obstinación del Caballero, y es probable que existiera; pero hay que culpar, sobre todo, a los religiosos por sus modos nada correctos. Habían recibido la casa y la iglesia y, aunque ellos no lo supieran, iban a ser herederos universales de Jacobo Gratii. Instituyo y hago mis herederos universales a los religiosos sobredichos, los Clérigos regulares Menores que morasen y viviesen en esta villa de Madrid, en dicha mía casa, dice en su primer Testamento.





Es posible que interfiriera en algunas cosas, como se le achaca; pero no en la clausura -ya que es su casa- y, desde luego, es no solo el propietario sino además tiene el patronato. Esto, los jóvenes la comunidad, parecen ignorarlo. El señor Felipe Adorno pretendió que yo nombrase por padrón de la dicha casa de la señor Ambrosio Espínola, porque labraría Iglesia y casa y haría otras cosas gran des...Felipe Adorno es el superior de la comunidad y debía ser un hombre algo violento e indiscreto ya que, no sugiere que se nombre un patrón, como dice Jacobo, sino que de hecho lo nombró sin poder hacerlo y obliga a que el Caballero haya de escribir: por el tenor de la presente revoco y anulo el dicho nombramiento y quiero que sea de ningún valor como en efecto lo es. Ambrosio Spínola, el agraciado, amable y sonriente personaje central del cuadro de Las Lanzas, no solo no había aceptado y nada había hablado con el Caballero, sino que ni siquiera conocía la iglesia y la casa.

Los religiosos en otra casa de la calle San Jerónimo -que más adelante será la sede del Congreso de los Diputados- y el Consejo considera que este cambio equivale a una nueva fundación, que había prohibido; haciendo al Caballero responsable como patrón y poniéndolo bajo arresto domiciliario. A su vez, el arzobispado y la nunciatura -presionado por los Clérigos y por la aprobación que les ha dado- reclaman a Jacobo si vivienda con lo que tienen en ella, como de bienes eclesiásticos se tratara.





Herido por las dos partes, la civil y la eclesiástica, a cuyo equilibrio ha dado su vida, el Caballero de Gracia debe esperar la nueva venida a España de San Francisco Caracciolo, quién consigue levantar el arresto domiciliario, arreglar los asuntos y evitar las muchas murmuraciones que lógicamente se han producido, y que la amistad entre uno y otro se fortalezca algo más.

Los Clérigos menores
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