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Nunciatura en España

                 mediados de noviembre de 1565 regresa desde Madrid a Roma el Nuncio Griveri, que es substituido por Castagna ante Felipe II. Viene acompañando al Cardenal de San Sixto, Ugo Boncompagni, enviado por Pio IV como legado especial. Co ellos viene Jacobo Gratii, que es, una vez más, el secretario del arzobispo de Rossano. Ambos trabajarán, además, como asesores jurídicos del Cardenal de San Sixto. Podría decirse que prácticamente estrena nunciatura ya que Madrid acaba de constituirse en corte (1561) y los nuncios en España han ido de un sitio a otro detrás de los reyes. Apenas llegan a Madrid cuando muere Pio IV y el cardenal Boncompagni regresa precipitadamente a Roma.



 

El nuevo Pontífice, Pio V, confirma a Castagna como Nuncio. Deben continuar con los temas espinosos que estaban tratando, entre ellos, el muy delicado del arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, la posible alianza cristiana contra el Turco; y, sobre todo, restituir las relaciones entre España y la Santa Sede, muy deterioradas durante el último pontificado.



Pero mientras tanto, Jacobo había tenido un primer contacto grato con el pueblo español, que le hizo exclamar:¡O, que buena tierra para mi gusto y mis inclinaciones, que todas son a celebrar las fiestas de Dios y de su Madre y de sus santos, con júbilo y gozo, con música y solemnidad! ¡Con que alegría viviera y muriera yo en esta provincia si fuera natural de ella. La prueba de la verdad de estas palabras estará en el hecho de que a partir de 1565 y hasta su muerte en 1619, únicamente faltará de esta tierra unos siete años, de 1572 a 1580, con algunos viajes entre ambos límites.



 

De los años como secretario del Nuncio sólo cabe decir que mantuvo relaciones de alto nivel, haciendo amistades que le situarán en lugar destacado, por ejemplo, la que mantuvo con la princesa Juana, hermana de Felipe II y madre del rey Sebastián de Portugal. Fruto de esta relación quizá sea el hecho de que el Caballero alcance tal nombre -más que por la gallardía o el aire cortesano-, pues la infanta fue la que le consiguió ser Caballero del Hábito de la Orden de Cristo, de especial importancia en el país hermano. Añadamos el grado de "confianza" adquirida con Felipe II a lo largo de ese tiempo, y con su hija preferida -Isabel Clara Eugenia-, además de con muchos de los nobles, de los soldados, de los funcionarios, de los artistas y literatos. Todo ello nos dice que fue una etapa de alta calidad en la que quedaron satisfechas las dos partes, la eclesiástica y la civil, que hasta ese momento había sufrido situaciones tensas de escaso entendimiento. Lepanto es un buen nombre para descubrir los servicios hechos por el Nuncio y por su secretario, que tuvo que realizar algunos viajes a Roma y a Venecia durante la preparación del gran pacto contra los turcos.



Por fin llega septiembre de 1572, mes en el que Gregorio XIII llama a Gian Battista a Roma quien, con su secretario, debe emprender el viaje, dejando ambos tras de sí una estela de simpatía y amistad. Roscalrs, en nota, nos transcribe las palabras que dice Pastor: muy de mala gana vió partir Felipe II al prudente y moderado Nuncio.

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